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Inteligencia emocional

Inteligencia emocional

Tal y como os adelantamos en el post “indagando en nuestras emociones” en este nuevo post hablamos de inteligencia emocional. 

La psicología es una ciencia muy joven. Hoy hacemos referencia a esos orígenes para explicar su evolución y cómo hemos llegado a lo que conocemos como inteligencia emocional


A principios del S.XX, esta ciencia se centra en el malestar y la psicopatología del individuo. Aspecto que podemos contemplar, por ejemplo, en la serie televisiva que ha lanzado Netflix de Freud. Con toques cinematográficos, relata como la medicina comienza a poner atención en el estudio de la mente y su relación con el comportamiento, la conducta, la enfermedad…

 

A finales del S.XX, ya en los años 90, Martin Selligman, cambia el foco atencional, destacando la relevancia de los aspectos positivos de la persona, las fortalezas, las habilidades…

“La Psicología no es solo el estudio de la debilidad y el daño, es también el estudio de la fortaleza y la virtud. El tratamiento no es solo arreglar lo que está roto, es también alimentar lo mejor de nosotros” (Selligman, 2003, p.1). En un primer momento, Selligman consideró que el énfasis debía estar en la prevención, pero prontamente se dio cuenta que, de ese modo, seguía enfocado en la enfermedad, ya que el objetivo era meramente evitar o minimizar sus efectos (Selligman, 2003).


Así es como empezamos a hablar de la inteligencia emocional que se refiere a la habilidad de la persona para relacionarse con los demás y consigo misma de una manera satisfactoria. Para ello, debe entender, gestionar, identificar sus emociones y las de las demás personas con las que se relacione. 

Una vez que conocemos esta definición pueden asaltarnos la dudas, entonces, de las diferencias entre inteligencia ACADÉMICA e inteligencia EMOCIONAL.

La inteligencia académica haría referencia a lo intelectual, la cual medimos a través del cociente intelectual (que se obtiene de la división entre la edad mental de una persona y su edad cronológica). Cuando decimos de alguien que “es inteligente”, nos referimos normalmente a esta. 

Cuando notamos que alguien es inteligente emocionalmente, decimos habitualmente que la persona es “avispada” “resuelta” “que tiene labia”. 

Como podemos observar, ambas dos son útiles y nos facilitan la consecución de metas y objetivos de nuestra vida, las dos son importantes. 

Encontramos dificultad cuando la una se da sin la otra, por ejemplo, una persona inteligente académicamente si no sabe cómo relacionarse en su entorno, puede llegar a ser funcional (mantener un trabajo, lograr objetivos intelectuales). Sin embargo, la parte social, probablemente, al no verse cubierta, puede aparecer una sensación de insatisfacción, aspecto que nos provoca malestar. Los seres humanos somos seres sociales con necesidades sociales, que al no tener cubiertas sentimos que “algo falta” (a excepción de personas con un diagnóstico previo esquizotípico, por ejemplo).   

Del mismo modo, una persona inteligente emocionalmente, también necesita de unos mínimos para funcionar con normalidad y alcanzar un bienestar. Por ello, cuando trabajamos con personas con un CI bajo, es posible trabajar esa parte emocional, sin embargo, si el CI es muy bajo, este trabajo se ve más limitado. 

Por lo tanto, ambas dos, hacen referencia a diferentes aspectos de las personas, diferentes y ambos importantes. 

Pero ¿por qué le damos tanto peso en salud mental a la inteligencia emocional? 

-> La inteligencia académica no está sujeta a grandes cambios, la genética determina la misma y tiene una variación leve una vez desarrollada la misma. 

-> La inteligencia emocional, ¡se entrena! Y eso nos da un amplio margen de trabajo. A través de entrenamiento en habilidades sociales, gestión emocional, entrenamiento en relajación, trabajo en actividades de la vida diaria, un recorrido personal psicoterapéutico… podemos modificar la misma. Trabajo que genera el cambio, y eso tiene un efecto en el bienestar.

Como veis este trabajo no sabe de aspectos mágicos, sino que requiere dedicación y trabajo con uno mismo/a.


Si partes de un CI bajo, te va a ayudar a descubrir tus limitaciones y fortalezas, rindiéndote de alcanzar cosas imposibles, y empezando a disfrutar de lo posible. Mejorando tu autoestima, descubriendo que una persona puede sentirse bien sin lograr unos objetivos académicos altos, y realizando tareas que son más asequibles para ti, encontrándote útil y eficaz. Superando la frustración que genera la comparación, por ejemplo, con personas más inteligentes académicamente. 


Si partes de un CI alto, te puede ayudar a entender esa sensación de insuficiencia. Esa insuficiencia que suele generar mucha presión, confusión ante los logros que tal vez no te generan la satisfacción que crees que deberían de generar. Te ayudará también a tomar decisiones que creías que no te afectan en el desarrollo de tu vida. Seguro que también tiene un efecto en tu autoestima que tal vez era alto en torno a lo académico, pero que en otros aspectos no te sentías tan seguro/a.


Si la inteligencia emocional es alta, desde que somos pequeños/as, bien porque has recibido una estimulación adecuada, así como una buena psicoeducación emocional, introspectiva…. siempre vamos a ver unos resultados más fluidos, menos forzados. Como en casi todos los aprendizajes, lo que trabajamos desde pequeños/as nos sale fácil de adultos, véase en el aprendizaje de los idiomas.


Así que, si esto es nuevo para ti, tranquilo/a, ánimo, el trabajo personal es un mundo fascinante que requiere de tiempo y dedicación.


Nos gusta mucho recomendar un libro que, seguro que muchos de vosotros/as ya conocéis, se trata del emocionario, que sirve para grandes y pequeños. Viene redactado para que los más peques puedan comprenderlo. Sin embargo, está dirigido para todas las edades, permitiéndonos entender aspectos un tanto complejos de una manera divertida y fácil.

Bibliografía:

Lupano, M.L. y Castro, A. (2010). Psicología Positiva: Análisis de su surgimiento. Universidad de Palermo, Argentina: Prensa Médica Latinoamericana 2010.

FACIES proyescto psicosocial

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