Blog

"A los monstruos" RELATO

"A los monstruos" RELATO

Un paciente ha querido compartir este relato que escribió en un punto clave de su proceso para así hacer llegar una experiencia que puede ayudar a muchas personas. 

El trabajo terapéutico debe extenderse a la vida del paciente. Este mismo trabajo tiene un efecto por sí mismo y remueve con el fin de sanar. 

En ocasiones, la persona se moviliza hasta el punto que aquí relata, no es habitual tocar determinados puntos tan dolorosos, pero sí es posible, dependerá de muchas variables como bien explica a continuación, y sobre todo de los recursos que acompañen a la persona en ese momento tanto internos como externos. Recorrer ese camino de sufrimiento merece la pena para salir del sitio donde no te encontrabas bien, pero el camino no siempre es de superación y gratificante, en ocasiones, se atraviesa una barrera dolorosa de dudas la cual describe muy bien el protagonista. 

Cuando me pide que comparta este escrito que hizo hace aproximadamente un año, acepto la petición como si de un regalo se tratase ya que me parece muy generoso por su parte que comparta esta parte tan suya, tan desnuda, tan cruda.

En algunos casos, la enfermedad, en este caso la depresión, coge los mandos de tu vida y comienza a decidir por ti. Intentando salvarte aunque te esté hundiendo. Y es así cuando mi paciente decide coger su ordenador y escribir cómo se siente en ese momento.

Se puede sentir el frío del dolor. Y se puede sentir el alivio de la sanación. Te invito a que lo leas desde el único lado que se puede leer desde la ignorancia en el caso de no haber padecido esta enfermedad y desde el respeto humano como derecho universal. 

Y es aquí cuando le cedo el protagonismo;



A LOS MONSTRUOS


Viernes 17 marzo de 2023


No sé cuánto tiempo llevo con esto, se supone que los monstruos no existen, pero sí existen.

Ya conozco unos cuantos, monstruos que he ido conociendo y poniendo nombre en ya más de un año de terapia: ansiedad, angustia, miedo, fracaso, ira, frustración… y que como en el libro ilustrado “Monstruosamente” he ido aprendido a convivir con ellos. Sé que siempre van a estar ahí, poco a poco trato de controlarlos y hasta me caen bien.

Pero este monstruo es el más grande y dañino que conozco, como empezaba escribiendo no sé cuánto llevo con él, ¿se instala nada más nacer?, ¿se va creando en un ambiente familiar depresivo?, ¿se va alimentando de malas experiencias?, ¿de la sensación constante de no encajar en ningún sitio?, ¿de sentirme distinto a los demás?, ¿de sentirme constantemente incomprendido?, ¿de sentirme abandonado?

La verdad que no lo sé, pero finalmente ha aparecido, hasta ahora estaba oculto, me he encontrado con un monstruo gigante, enorme, que ya me tenía atrapado.
La sensación de soledad, los cambios después de una ruptura de 10 años de relación, vivir solo por primera vez, las situaciones vividas de rechazo, han hecho que explote todo.

Era como una bomba de relojería, tenía que explotar y el monstruo ha salido con toda su fuerza justo cuando pensaba que todo iba a empezar a mejorar.

Un golpe muy fuerte, todo lo trabajado parece inútil, no sé ni quien soy o como se supone que debo ser. Lo aprendido hasta ahora no sirve, en las relaciones, con la familia, las amistades. Todo me supone un sobreesfuerzo y me deja un vacío interior enorme.

Y claro, en ese estado el monstruo se ha hecho dueño del control.


Pese a las advertencias en terapia de que no me dejara llevar por la melancolía, no pensé que tuviera tanta fuerza, que pudiera hacerse con el control de todo.
Y abracé al monstruo, lo único que he tenido durante dos meses, y lo reconozco, era lo único que quería tener cerca.
Los dos juntos cavamos un hoyo muy profundo, donde apenas entra la luz, lo amueblamos bien, hicimos un lugar confortable donde vivir los dos.
Solo quería ser invisible, desaparecer, que nadie me viera. Malcomer, rechazar cualquier persona que se acercara a mí, abandonarme y castigarme hasta hacerme mucho daño formaban parte del día a día.

El monstruo estaba muy feliz, se estaba haciendo más fuerte y más poderoso.

 

Comencé la medicación, según me han dicho las dos primeras semanas son las peores, y vaya si lo fueron. Uno de esos días, supongo que quería seguir tocando fondo, después de unas cinco cervezas, llegó la primera explosión, ni si quiera busqué un amigo con el que mandar todo a la mierda y desahogarme.

Y en ese estado, rompí a llorar, creía que me moría, de todas las formas que conozco de llorar esta es la más dolorosa, las lágrimas salían directamente de los huesos hasta que llegaban a los ojos y se desbordaban, apenas podía respirar. Supongo que lo necesitaba, al día siguiente encontré cierto alivio y la falsa sensación de que iba a mejorar.

Pero no, no mejoré, había cavado tan profundo que no podía salir de ahí. Es más, seguí cavando aún más, más malos hábitos, ir a dormir muy tarde, dejar de desayunar y comer casi solamente bocadillos de jamón con tomate como si eso fuera un castigo.

Llegó otro ataque muy fuerte a llorar, esta vez me sentí como un jonky que se está desintoxicando de la heroína.

Pero, ¿Cuál es mi droga?

¿La frustración de ver que el mundo no es como creía?, ¿Darme cuenta que llevo toda la vida aislado, pero en una falsa sensación de compañía?, ¿Ver que ni yo mismo soy como creía?, ¿Darme cuenta que sólo no puedo seguir adelante?

No lo tengo claro, pero sé que de algo me estoy desintoxicando.

Me siento como el protagonista de Trainspotting, en la película lo explica muy bien en una escena cuando ya se ha desenganchado de la heroína y da negativo en VIH:

“Parece ser que soy el tío más afortunado del mundo. Varios años de adicción justo en mitad de una pandemia rodeado de muertos vivientes. Pero yo no, yo era negativo, eso creía. Pero una vez que se desvanece el dolor comienza la auténtica batalla: depresión, aburrimiento, te sientes tan hundido que quieres quitarte de en medio”


Y seguí cavando mi tumba, amueblando más el pozo, daba igual compartir mi estado con amigos, daba igual lo que me dijeran en terapia. No tenía ninguna esperanza ni motivación para salir de esa cueva. Me había rendido.

Me empeñé en seguir cavando más hondo, ¿para qué seguir esforzándome si la meritocracia no existe?, ¿Para que seguir adelante?, ¿Por qué me iba a ir bien a mí?, ¿Acaso tengo algo de especial?, ¿Por qué me va a ir a mi distinto a cualquier otro miembro de mi familia, si todos están tristes?, ¿Por qué no dejarme llevar por esa melancolía hasta tocar fondo del todo?, ¿Por qué no fracasar a lo grande y volver a casa de mis padres como alguien inútil que no es capaz de nada por sí mismo?, ¿Por qué no desaparecer del todo?.


Llegué incluso a rechazar la terapia.


La terapia me ayudó a ser consciente de lo que pasa a mi alrededor, me tenía entre aterrado y enfadado.
Ahora sé que las cosas no son como creía, el pasado, mi familia, las relaciones de pareja pasadas y presentes, ni yo mismo soy como creía.

Mirar al pasado y ser consciente de que quizás no sé lo que es estar bien, no es una buena visión para seguir adelante ¿Por qué esta vez iba a ser distinto? 


Seguir es un puto acto de fe, y no, no soy muy creyente, ni si quiera creo lo suficiente en mí mismo.

Y quizás, ahí este el origen de todo, ahora soy consciente de muchas cosas, y ya no puedo echar la culpa de mi malestar a nadie. Ya era invisible, lo había conseguido, estar totalmente hundido era culpa mía. Yo solo me había metido ahí, y sabía que la culpa no era ni de mis padres, ni de mi ex, ni del sitio donde vivo actualmente.

Alguien tenía que ser el culpable de mi estado. Claro, el culpable tenía que ser yo, no había otra opción, ¿Qué había hecho mal para acabar así?, ¿Por qué me pasa esto a mí?


A estas alturas el monstruo parecía no poder crecer más, si hay más fondo ya no quería comprobarlo.

Y apareció la otra parte de culpa, preferiría no saber tanto, no saber por qué me aíslo cuando estoy mal, no saber por qué mis padres no han sabido acompañarme ni atenderme emocionalmente, preferiría no saber todas las carencias que tengo, no saber que la sociedad no está hecha para la soltería, no saber que vivir sólo es más duro de lo que habría imaginado, no saber bien por qué se acabó una relación de diez años.

Preferiría no saber que únicamente depende de mí estar bien, y esto asusta, asusta mucho, voy como pollo sin cabeza hacia un lugar que desconozco, ni si quiera se hacia dónde voy, no tengo rumbo.


Pero ya es tarde para no ser consciente, tomé la decisión de ir a terapia, y con la sensación de no saber si me está arreglando la vida o dejándome peor, elegí este camino, ya no hay vuelta atrás.

No puedo dejar de ver las cosas de otra manera.

Un mundo nuevo está delante de mis narices y la única forma de seguir adelante es comenzar la batalla.
Para seguir tengo que domar al monstruo, pero ¿cómo? Ya me tiene totalmente controlado. Me siento tocando fondo y a la vez tocando techo, a peor casi es difícil ir, y para mejorar me veo con tantas carencias, tan cansado, que no sé por dónde empezar.


Mas hundido que nunca apareció el primer paso. Un menú diario para cada día de la semana, y una foto de cada comida y cena a mi terapeuta. 

Como si fuera un niño pequeño, aquí estoy, haciendo tiempo escribiendo mientras se cuece el arroz que tengo para comer hoy.

El segundo paso fue pedir ayuda a un amigo que también pasó por depresión. Se me habían acabado los ansiolíticos, necesitaba un camello, pero sobre todo alguien que supiera por lo que estoy pasando, que me entendiera y me apoyara. Me dio los ansiolíticos y me llevó a dar un paseo que me fue muy útil y gratificante.

Un menú y un paseo, que lo mismo hasta me han salvado la vida.


Creo que queda mucho por recorrer, seguro habrá recaídas. Pero empiezo a entender al monstruo. He sacado un poco la cabeza y ese hueco que queda en el suelo por el que excavé el pozo donde he estado dos meses lo dejaré abierto para siempre recordar que no quiero volver a entrar.

 


El monstruo tiene nombre, se llama depresión.
Nunca pensé que la depresión fuera esto. Es algo que por mucho que me explicaran no podría pensar que fuera posible estar en un estado así. Totalmente inutilizado e incapacitado.

La depresión salió con fuerza cuando paré, cuando me tomé un descanso y no había nada que la ocultara. En ese viaje que hice sólo a Tenerife la depresión me dijo: “Hola, llevo mucho tiempo contigo”. Pero en Tenerife también, vi una tienda con unas camisetas muy minimalistas, muy poco de mi estilo, con un mensaje claro “confía coño”. Estuve un rato en ese escaparate dudando si entrar o no. No compré la camiseta, debería haberlo hecho, era el mensaje que necesitaba. 

Así que, lo siento depresión, puedes quedarte con el resto de los monstruos, lo pasareis bien.
Para mí, me quedo con ese mensaje CONFIA COÑO.

Sigo caminando, sigo dando pasos, pequeños y muy costosos, salir a pasear, conocer gente nueva, seguir con la terapia, cuidar alimentación, dormir mejor…


A todo le pongo una canción, este texto y momento se merece la letra de mi querida y admirada SES, diría que es el paso de sus canciones “O Medo Dunha Nena” a “Novas ganas de soñar”.

 

10 MESES DESPUÉS


Vuelvo a abrir el archivo y leer lo que escribí en ese momento.

Lo releo, como si casi hubiera sido una pesadilla, como si no hubiera pasado. Se hace duro recordar lo vivido durante esos meses.

He cambiado de ciudad, tengo nuevas ilusiones, me estoy formando en algo nuevo, algo que me motiva. El aprendizaje es para mi como una droga, creo que la gente que hace deportes de riesgo debe sentir algo parecido. Estoy aprendiendo algo nuevo, que se me da bien, en las clases es como un chute de adrenalina, necesitaba algo así.

Quizás era necesario pasar por algo así, supongo que se pueden sacar muchas conclusiones de todo esto, prefiero sacar algo positivo, y es que la libertad y la felicidad se esconden detrás del fracaso y del tocar fondo, no es fácil salir de algo así, ahora que ya lo veo más superado, me parece que la verdadera libertad consiste en permitirse sentir, incluso sentir lo que nos hace daño, y que detrás de cada fracaso, se esconde un nuevo mundo por descubrir de nuevas experiencias, y de felicidad. Ahora no tengo prisa, empiezo a valorar la calma, la serenidad, lo que me hace bien.

Para salir de la depresión, supongo que también hay formas de hacerlo, las dudas que tenía en esos momentos de la terapia desaparecieron, sin la terapia no sé si habría podido salir de la depresión, y tampoco sin el apoyo de algunas personas, algunas de ellas sabiendo por lo que estaba pasando, y otras sin saber en qué momento estaba.

 

Decidí compartir este texto y mi experiencia, por si puede ayudar a alguien, también por intentar dar algo de visibilidad a algo que forma parte de la sociedad, que son las enfermedades mentales.


Gracias por leer.

¡La batalla continua, confiad coño!

 

 

 

 

 

FACIES proyescto psicosocial

647 88 14 29